
Un gol de Ansu Fati en la prórroga salvó al Barcelona de un desastre mayúsculo en la Copa del Rey (4-3) ante un Intercity que gracias a un hat-trick de Solde llevó el partido hasta el tiempo añadido.
El equipo blaugrana sudó sangre para sacar adelante una eliminatoria que tuvo ganada tres veces, que se dejó igualar tres veces y que volvió a demostrar que el conjunto de Xavi es una moneda al aire. Esta vez, salió cara en el tiempo añadido y tras sufrir lo indecible ante un rival que volvió a desnudar las carencias de un equipo que es un tigre de papel.
El Barça es un tigre de papel, con esta expresión Mao Zedong definió al imperialismo estadounidense en plena Guerra Fría.
El Gran Timonel definía como Tigre de Papel a una entidad “en apariencia muy poderosa pero que en realidad no es nada a lo que temer, es un tigre de papel. Un tigre por fuera, pero que en realidad está hecho de papel incapaz de resistirse al viento y a la lluvia”.
El Barça de Xavi es un tigre de papel al que se le ven las costuras y al que todo le cuesta un imperio. Básicamente por su culpa. Llega como un emperador donde toque jugar con la idea de que todo va a ser pan comido. Y de hecho, de entrada, el juego del equipo responde a las expectativas, pero detrás de la fachada impostada no hay nada que sustente al edificio. El caos es monumental y ya sea por motivos emocionales, tácticos, físicos o morales, este equipo es un esperpento al que cualquier rival le puede meter mano sólo con esperar el momento adecuado.



